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La pregunta sobre dónde termina la capacidad de nuestro organismo, los limites humanos, despierta tanto fascinación científica como emociones muy personales. Para ilustrarlo, basta escuchar la historia de Pablo Delgado de la Serna. Médico, fisioterapeuta y profesor, Pablo ha pasado la mayor parte de su vida como paciente crónico: treinta y siete cirugías, once años de diálisis, tres trasplantes renales y una amputación han puesto a prueba cada frontera imaginable. Sin embargo, su testimonio no habla solo de dolor, sino de aprendizaje: «Cuando te falta algo, lo valoras más. La enfermedad me ha quitado muchas caretas; me ha enseñado quién soy de verdad». Su experiencia nos recuerda que los números que siguen no son meras estadísticas, sino umbrales que, a veces, la determinación y la tecnología logran desplazar.
Lo que vuelve única la historia de Pablo es que ha estado en ambos lados de la camilla: como paciente y como profesional de la salud. Esa doble mirada le ha permitido ver más allá de lo clínico, entender el dolor de forma distinta y valorar mucho más la vida.
Durante la charla, compartió algo que dejó huella: “Cuando te falta algo, lo valoras más. La enfermedad me ha quitado muchas caretas. Me ha enseñado quién soy de verdad”. Habla con una honestidad brutal, sin victimizarse, y sorprende con su actitud positiva. Con todo lo que ha pasado, aún se atreve a decir: “Soy un tipo con suerte”.
Todo ello nos ha motivado a explorar cuáles son los límites conocidos del cuerpo humano.
Límites físicos del cuerpo humano
Temperatura interna
Un cuerpo sano mantiene su núcleo en torno a 37 °C. Al alcanzar 42 °C la estructura de las proteínas se desfigura y el riesgo de golpe de calor asciende a fallo multiorgánico. A la inversa, por debajo de 28–30 °C la hipotermia reduce el metabolismo y precipita arritmias fatales. La ventana de seguridad es, pues, sorprendentemente estrecha.
Agua fría y aire caliente
En agua a 4 °C el calor se escapa 32 veces más rápido que en aire: sin protección, la conciencia suele perderse en media hora. En contraste, ensayos de laboratorio han mostrado adultos soportando 150 °C de aire seco apenas diez minutos; la evaporación protege mientras haya sudor, pero en un coche cerrado a 49 °C un niño puede morir en cuestión de minutos. La temperatura extrema no perdona descuidos.
Altitud y profundidad
A 4.500 m la presión parcial de oxígeno cae casi a la mitad; sin aclimatación sobreviene mal de montaña y la conciencia se nubla. Con semanas de exposición, la médula ósea responde elevando la producción de glóbulos rojos (un ejemplo de la fina fisiología adaptativa). El mar ofrece el espejo opuesto: cada 10 m de inmersión añade 1 atmósfera; la mayoría de buceadores en apnea se desmayan hacia los 18 m, aunque el récord ronda los 86 m gracias a entrenamiento y tolerancia a la hipoxia.
Asfixia
El cerebro agota sus reservas de energía en segundos. Tras ~120 s sin aire, suele venir el desmayo; la muerte cerebral se establece hacia los 10 min. Curiosamente, atletas de apnea, tras meses de adaptación, han superado los 11 min gracias a reflejos de inmersión y control metabólico.
Sangre, hambre y deshidratación
Perder >40 % del volumen sanguíneo desencadena shock hipovolémico. Sin alimento, el organismo consume reservas: alrededor de 45 días bastan para perder un 30 % de masa corporal y colapsar. La deshidratación es más veloz: con pérdidas irreemplazadas del 10–15 % de agua corporal, la presión se hunde y en menos de una semana llega el desenlace.
Límites de resistencia metabólica
Investigaciones en expediciones de ultrafondo demostraron que el ser humano puede mantener, como techo absoluto, unas 2,5 veces su tasa metabólica basal durante meses. El cuello de botella no es el músculo, sino la capacidad digestiva de absorber calorías suficientes sin colapsar el intestino: metabolismo y aparato digestivo se ponen de acuerdo para que el sistema no implosione.
Mecanismos de adaptación y variabilidad
- Termorregulación y flujo sanguíneo: La sudoración enfría vía evaporación; la vasoconstricción preserva calor. Estos ajustes, gobernados por la fisiología central, extienden ligeramente los límites descritos, pero consumen agua y electrolitos.
- Eritropoyesis y pH: A gran altitud, la tasa metabólica basal sube, pero también la producción de eritrocitos gracias a la eritropoyetina; el pH sanguíneo se ajusta para facilitar descarga de oxígeno en tejidos.
- Reservas ocultas: Casos de fuerza sobrehumana ante accidentes sugieren mecanismos inhibidores que el sistema nervioso libera solo en emergencias. Esa «marcha extra» confirma que nuestros límites no son muros fijos, sino cinturones de seguridad que el cerebro levanta en circunstancias extremas.
Cuando la vida pone a prueba los límites humanos
Pablo Delgado lo resume con humildad: «Celebramos cada día como un regalo; el presente es un regalo, por eso se llama así». Su trayectoria demuestra que, si bien existen fronteras fisiológicas objetivas, la motivación, la tecnología médica y el apoyo social pueden moverlas. Tres trasplantes le han ofrecido nuevas oportunidades; una prótesis le permitió volver al quirófano, ahora como cirujano. En su doble rol de médico y paciente, refrenda una verdad sencilla: los límites del cuerpo humano incluyen, pero no agotan, los limites humanos. Entre ambos yace un espacio donde la ciencia se une a la voluntad, y es ahí donde se renueva la esperanza.
No te creas todo lo que te dicen.
Piensa por ti mismo.
Wake Up!